domingo, 27 de diciembre de 2009

Danzarina


Sus pies descalzos flotan a un centímetro del suelo al ritmo del ney. Sus caderas describen musicales círculos eternos, mientras sus brazos, al igual que mágicas serpientes, tratan de escaparse del torso.
Un drum en la darbuka y su cadera lo sigue con una voluptuosa cadencia. Tintineo de crótalos y alhajas. Sedas flotando en el aire.
Una mano sensual dibuja anhelos en el aire, una mirada furtiva invita a la pasión. Todo o nada, ella decide.
Danzarina oriental de sugerentes movimientos; gracias. Amaré la danza mientras viva.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Deseo de Navidad


-¿De quien fue la idea?
-De una compañera de clase.
-¿Y cual es el problema?
-Pues que no tengo ni idea de cómo tiene que ser un cuento de Navidad.
-Creo que tendría que tratar sobre alguien que lo está pasando mal y el espíritu de la Navidad hace que la gente lo ayude, para que al final sea muy feliz.
- Pero como esa historia existen diez mil, tendría que ser algo diferente.
-Pues escribe sobre una persona que lleva lejos de su familia muchos años y ese día por circunstancias misteriosas, o milagrosas, se reencuentra con ellos.
-Pero no entiendo como puede influir el que sea Navidad, para que esas personas se reencuentren.
-¿No crees en la Navidad, verdad?
-Lo cierto es que no.
-Pero recuerda que tú no tienes que creer, es tu personaje el que debe hacerlo. Inténtalo de otra forma, pide un deseo para ti, aunque no creas en él, pide por ejemplo la inspiración para escribir un relato de Navidad. Deséalo con todas tus fuerzas y si el espíritu de la Navidad existe, tal vez te lo conceda.
-Eso es una chorrada. Además, ¿por que los deseos se tienen que cumplir en Navidad? ¿Por que no se pueden cumplir en Agosto?
-Pues por que la Navidad va de eso, de deseos cumplidos, de buenas intenciones, de comprensión, solidaridad, generosidad y todas esas cosas.
- Yo creía que la Navidad iba de comprar compulsivamente, comer y cenar como si el mundo se fuese a acabar y ya no fuésemos a probar bocado en toda la vida, de abarrotar calles, comercios y casas de adornos multicolor y llenar las ventanas de luces parpadeantes, para que parezcan clubs de carretera.
-¿Sabes lo que pienso? Que en realidad lo que ocurre es que no tienes ganas de escribirlo y por eso me dices que no crees en el milagro de la Navidad y me cuentas todos esos rollos del consumismo y todo lo demás.
- Bueno, no me atosigues
-Solo trato de ayudarte.
-En realidad ya lo has hecho y tal vez tengas razón. Puede que el espíritu de la navidad exista, por que en estos momentos lo que mas deseaba era poder escribir un relato de navidad, y de hecho, ya está escrito.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Sin verme


En ocasiones quisiera ser transparente, invisible, imperceptible para el ojo humano, aunque existen unos ojos que desearía me mirasen siempre. Esos ojos si quiero que me vean, si quiero que me sientan, si quiero que me abracen. Y quiero que me escruten, me desnuden, me acaricien, me besen. Pero se escapan furtivos entre la multitud. Persigo la luz que desprenden, que como la estela que dejan los cometas, es casi inapreciable, casi una ilusión, casi un espejismo. En cada nuevo parpadeo esa luz desparece y tengo que esforzarme para no perder su rastro. Ojos mágicos, intensos, ladrones, esquivos y tenaces. Ojos eternos. Ojos que me miran sin verme.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Ausente presencia


Escalofríos de pereza me impiden separarme de las sábanas. Toneladas de sopor se cuelgan de mis pestañas para mantener mis párpados cerrados. Y mientras tanto, causticas estrellas se despiden del azul oscuro, casi negro, para esconderse al abrigo del astro rey, que despereza sus tentáculos sin piedad, resucitando cuanto toca e hiriendo mis retinas.
Le adoro por lo que es y le maldigo por lo que me hace. Le anhelo sobre mi piel, pero su sola presencia me quema. Y me transformo de fría luna para evitar que nuestros ciclos coincidan.
Me arden la piel y los ojos. La sangre bulle en mis venas. Y me escondo bajo las sábanas para evitar que me encuentre. ¡Demasiado tarde! ¡Ya me ha visto! Levantaré la cabeza para afrontar el día. Me quitaré el disfraz de luna para mostrarme tal cual. Estrella errante y desubicada. Gota de rocío que nace por la noche y que muere por la mañana.

lunes, 7 de diciembre de 2009

En tus manos


Tan solo soy la última hoja que queda en esta acacia. Me aferro con mis manitas a la rama que me sostuvo durante mi corta existencia, tratando de permanecer asida a ella el mayor tiempo posible.
Pero ahí estas tu viento de otoño, puntual como cada año. Tratas de separarme de ella, de arrancarme de cuajo de quien me dio la vida, de quien me alimentó cuando tan solo era un pequeño brote que comenzaba a despuntar y que me convirtió en lo que ahora soy.
No quiero que me lleves, quiero morir junto a mis hermanas, a los pies de esta acacia que me regaló la vida. Pero tú te empeñas en soplar, en arrastrarme lejos de aquí a lugares que nunca visité y a los que no quiero ir.
Mis manitas se resbalan y ya no me quedan fuerzas. Solo puedo dejarme llevar. Quedaré a tu merced para que elijas mi destino.

domingo, 22 de noviembre de 2009

El hombre oscuro


-Pareces sorprendido Alfred. ¿No me esperabas?
-Si, pero no pensé que llegarías tan pronto.
-Todo el mundo me dice lo mismo. La verdad es que he llegado cinco minutos antes, pero es que me gusta ser muy puntual.
-¿Tenemos tiempo para hablar un ratito antes de marcharnos?-dijo Alfred.
-Si claro, no tenemos tanta prisa como para no poder charlar un momento.
-¿Sabes en que pensaba antes de que aparecieses?, pensaba en lo rápido que se pasa el tiempo y lo mal que lo aprovechamos. Solemos tener la costumbre de dejarlo todo para mañana y al final nunca hacemos nada de lo que nos proponemos y se nos acumulan las cosas pendientes.
-¿Tienes cosas pendientes por hacer?
-La verdad es que sí-dijo Alfred.
-¿Como qué?
-Pues por ejemplo, siempre he querido escribir un libro.
-¿Y por que no lo has hecho?
-Por lo que te he dicho antes, lo vas dejando, piensas que por retrasarlo un día mas no pasa nada, y día a día se pasan las semanas, los meses, los años y la vida. Supongo que tenemos la sensación de que estaremos aquí para siempre y ya tendremos tiempo mas adelante y en realidad nos pasa como a los yogures, que nacemos con fecha de caducidad.
-¡Mira! Eso si que no lo había oído nunca-dijo el hombre oscuro, con una sonrisa.
-¿Estás seguro que tenemos que marcharnos ya? -dijo Alfred, tragando saliva.
-Si-contestó el hombre oscuro, mirando su reloj.
-¿Me dolerá?
-No, tu sólo cierra los ojos y ya está.
-¿Y que pasaría si no los cerrase? La verdad es que no me quiero marchar porque tengo muchas cosas que hacer todavía, tengo que escribir mi libro, me gustaría conocer la Patagonia, y no se que se siente al ser padre. ¿No podrías dejar que me quedase un poco mas? Un par de años tal vez.
-Sabes que nunca sería suficiente. Ahora cierra los ojos.
-Imagino que tienes razón, después de todo tu llevas en esto toda la vida. Sólo una última cosa antes de marcharnos, ¿Sabes que no te pareces en nada a como todos te imaginamos?
-¡Cosas de la literatura!

jueves, 19 de noviembre de 2009

Sorbos literarios


Tomé los relatos que me ofreciste y los paladee a pequeños sorbos, saboreando cada palabra, deleitándome en cada párrafo.
De vez en cuando insuflaba suaves soplos, lo justo para templarlos y evitar que me quemasen la razón. Pero solo un poco, no demasiado, sin permitir que se enfriasen del todo.
Apuré hasta la última gota, quedándome la sensación de no haber tenido suficiente. Solo un sorbito más, solo uno.
Pero mi taza está vacía. Tal vez mañana quieras ofrecerme otra.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Musas nocturnas


Es extraño, pero por alguna misteriosa razón, las musas siempre me visitan por la noche y para ser más exacta, en mitad de la noche. Tal vez mis musas sean fotosensibles, o quizás simplemente quieran poner a prueba mi memoria durante el desvelo. Suelen llegar de golpe, sin previo aviso y todas en tropel, parloteando sin parar y agitando sus delicados brazos en un afán de llamar mi atención y hacerse entender. Hablan todas a la vez y cada una levanta su chillona voz más que la otra, consiguiendo que se me abotague el cerebro.
Al principio yo me limitaba a escuchar y trataba de retener todas las historias que me vomitaban de golpe, con la ingenua intención de escribirlas a la mañana siguiente, pero descubrí que la memoria es mucho más frágil de lo que nos imaginamos y comprobaba al levantarme que no recordaba nada de lo escuchado, llegando incluso a pensar si todo habría sido un sueño.

Por este motivo decidí colocar una libreta y un par de estilográficas en mi mesilla de noche. Si, un par, porque todo el mundo sabe que las estilográficas son muy caprichosas y solo entregan su esencia cuando ellas quieren, que generalmente no suele coincidir con nuestras necesidades y si así lo desean, sueltan su jugo cuando se encuentran cómodamente instaladas en el bolsillo de nuestra mejor camisa, o mientras duermen en el fondo de algún bolso. Pero leí en alguna parte, que dos estilográficas no pueden convivir juntas sin que al menos una de ellas nos entregue su savia cuando la necesitamos, así que por ese motivo decidí que serian dos, e incluso tres, las que descansarían en la mesilla junto a la libreta.
Así que cuando las musas fotofóbicas me visitan, me limito a mover mi mano de manera compulsiva, realizando una escritura mecánica, solo trascribiendo sus alborotadoras y galopantes voces. Lo único que puedo hacer es tratar de seguir su ritmo con mi torpe mano, intentando atrapar cada palabra, cada frase, cada grito enloquecido, hasta que de repente……… ¡puf!, desaparecen, se volatilizan, se esfuman dejándome con un montón de hojas garabateadas y un terrible dolor de cabeza, pero con la alegría de saber que una vez recomponga su misterioso lenguaje, una sonrisa brotará de mi boca, porque entre gritos y alboroto, me habrán obsequiado con un nuevo relato.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Condenada


Hoy cumplo veintiun días de condena, de mi segunda condena.

Cuando tenía veintitrés años fui juzgada y condenada, y durante el tiempo que duró mi cautiverio sólo pensaba en una cosa; escapar.

Cuando ya había cumplido diecisiete años, seis meses y catorce días de humillaciones, palizas e insultos, llevé a cabo mi plan. Añadí un puñado de tranquilizantes a la botella de vino de mi carcelero. No tardó en apurar hasta la última gota como hacía con frecuencia, con demasiada frecuencia.
Esperé pacientemente, y cuando estuvo inconsciente le asesté diecisiete puñaladas, una por cada año de condena, una por cada año de matrimonio.

La policía me encontró a las dos horas deambulando por las calles, con los ojos vacíos y manchada con el veneno de su corazón.

Ahora estoy en la cárcel y tengo la sonrisa instalada en mi rostro, porque estos barrotes son más dulces y mis carceleros más humanos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Mis cinco sentidos


Te colaste en mis sueños. Acercaste tus labios a mi oído y me susurraste con dulces palabras;
-Levántate, asómate a la ventana y rasga el aire con tu nariz.
Y así lo hice, me asomé a la ventana y transformaste el hedor que empapa este mundo en notas de jazmín y azahar que se quedaron adheridas a mi piel. Y convertiste el plomizo cielo en algodón de azúcar, y yo tan golosa que solo quiero comerlo a grandes mordiscos. Hiciste desaparecer el mundanal ruido, para sustituirlo por el rítmico latido de un bello corazón. Y el horizonte se hizo infinito y pude ver más allá de las estrellas con los ojos cerrados. Y el aire era suave, aterciopelado al tacto, cálido y mullido.
Me hiciste redescubrir los sentidos, los transformaste para mí, y yo solo tuve que asomarme a la ventana para rasgar la vida con mi nariz.

jueves, 5 de noviembre de 2009

La luz de la vida


Desde aquella noche de octubre, en la que aquel sueño se le presentó como una revelación, nunca se separó de aquella pequeña vela. En su sueño, un ser etéreo, casi una bruma, le desveló el verdadero secreto de la inmortalidad.
-La muerte nunca podrá alcanzarte, mientras estés acompañada de una luz. Por pequeña que esta sea, tendrá la capacidad suficiente para ahuyentar a la parca.-Le susurró al oído aquel extraño ser, justo un segundo antes de despertarse.
Así que lo primero que hizo, nada más conocer aquel valioso secreto, fue coser un pequeño bolsillo a su enagua, de esta forma, siempre podría llevar consigo, bajo la falda, un pequeño pedazo de vela y una cajita de fósforos. La dama negra nunca la encontraría, siempre llevaría consigo su luz protectora.
Desde aquel momento, nunca volvió a quedarse a oscuras. Incluso cuando por las noches se iba a dormir, dejaba siempre encendido un quinqué bien provisto de petróleo, para no darle oportunidad a la temible dama, mientras la oscuridad la abrigara durante el sueño.
Una fría noche de diciembre, mientras leía uno de los libros de poemas que tanto le gustaban, cómodamente instalada en su sillón de orejas, observó como la llama del quinqué, poco a poco, muy lentamente, se fue haciendo más y más pequeña hasta que finalmente se extinguió.
Había olvidado rellenar el depósito de opalina del quinqué. ¿Cómo podía haber sido tan descuidada? El pánico se apoderó de ella. ¿Dónde encontraría petróleo a esas horas? ¿Qué podía hacer? Tan solo disponía de su pequeño fragmento de vela y sería insuficiente para iluminarla durante toda la noche.
Con manos nerviosas rebuscó bajo su falda, ansiando encontrar su vela, la luz que la salvaría de la terrible visita. Por fin pudo encontrarla y la sacó del pequeño bolsillo, encendiéndola con uno de los fósforos. Suspiró aliviada al ver el pequeño resplandor que la diminuta vela le ofrecía, pero consciente de que aquel fragmento seria insuficiente. Tras reflexionar sobre su situación, pensó que, tal vez, aunque esa noche la pasase a oscuras, no tendría por qué ser la noche elegida por la dama oscura para visitarla. No pensaría en ello y a la mañana siguiente, a primera hora, iría a comprar petróleo. Tan solo sería una noche la que permanecería a oscuras.
Mientras pensaba en ello, el sueño se fue apoderando de su cuerpo, hasta que sucumbió a él por completo. Se quedó dormida en el sillón en el que se encontraba con el libro en su regazo, y junto a ella, en una pequeña mesa auxiliar, aquella luz temblorosa y protectora.
El libro se fue deslizando por su falda muy suavemente, hasta caer al suelo. Su cuerpo se fue relajando poco a poco, hasta que su brazo derecho resbaló por el lateral del sillón, tirando a su paso la vela, que cayó sobre el libro de poemas que descansaba en el suelo, incendiándolo y provocando un denso humo que invadió por completo la estancia.
El humo fue penetrando en el cuerpo de la muchacha poco a poco, invadiéndola por completo y proporcionándole el dulce sueño del que nunca despertaría.