
Es extraño, pero por alguna misteriosa razón, las musas siempre me visitan por la noche y para ser más exacta, en mitad de la noche. Tal vez mis musas sean fotosensibles, o quizás simplemente quieran poner a prueba mi memoria durante el desvelo. Suelen llegar de golpe, sin previo aviso y todas en tropel, parloteando sin parar y agitando sus delicados brazos en un afán de llamar mi atención y hacerse entender. Hablan todas a la vez y cada una levanta su chillona voz más que la otra, consiguiendo que se me abotague el cerebro.
Al principio yo me limitaba a escuchar y trataba de retener todas las historias que me vomitaban de golpe, con la ingenua intención de escribirlas a la mañana siguiente, pero descubrí que la memoria es mucho más frágil de lo que nos imaginamos y comprobaba al levantarme que no recordaba nada de lo escuchado, llegando incluso a pensar si todo habría sido un sueño.
Al principio yo me limitaba a escuchar y trataba de retener todas las historias que me vomitaban de golpe, con la ingenua intención de escribirlas a la mañana siguiente, pero descubrí que la memoria es mucho más frágil de lo que nos imaginamos y comprobaba al levantarme que no recordaba nada de lo escuchado, llegando incluso a pensar si todo habría sido un sueño.
Por este motivo decidí colocar una libreta y un par de estilográficas en mi mesilla de noche. Si, un par, porque todo el mundo sabe que las estilográficas son muy caprichosas y solo entregan su esencia cuando ellas quieren, que generalmente no suele coincidir con nuestras necesidades y si así lo desean, sueltan su jugo cuando se encuentran cómodamente instaladas en el bolsillo de nuestra mejor camisa, o mientras duermen en el fondo de algún bolso. Pero leí en alguna parte, que dos estilográficas no pueden convivir juntas sin que al menos una de ellas nos entregue su savia cuando la necesitamos, así que por ese motivo decidí que serian dos, e incluso tres, las que descansarían en la mesilla junto a la libreta.
Así que cuando las musas fotofóbicas me visitan, me limito a mover mi mano de manera compulsiva, realizando una escritura mecánica, solo trascribiendo sus alborotadoras y galopantes voces. Lo único que puedo hacer es tratar de seguir su ritmo con mi torpe mano, intentando atrapar cada palabra, cada frase, cada grito enloquecido, hasta que de repente……… ¡puf!, desaparecen, se volatilizan, se esfuman dejándome con un montón de hojas garabateadas y un terrible dolor de cabeza, pero con la alegría de saber que una vez recomponga su misterioso lenguaje, una sonrisa brotará de mi boca, porque entre gritos y alboroto, me habrán obsequiado con un nuevo relato.
Así que cuando las musas fotofóbicas me visitan, me limito a mover mi mano de manera compulsiva, realizando una escritura mecánica, solo trascribiendo sus alborotadoras y galopantes voces. Lo único que puedo hacer es tratar de seguir su ritmo con mi torpe mano, intentando atrapar cada palabra, cada frase, cada grito enloquecido, hasta que de repente……… ¡puf!, desaparecen, se volatilizan, se esfuman dejándome con un montón de hojas garabateadas y un terrible dolor de cabeza, pero con la alegría de saber que una vez recomponga su misterioso lenguaje, una sonrisa brotará de mi boca, porque entre gritos y alboroto, me habrán obsequiado con un nuevo relato.
Muy bello Gata..... esas musas me visitan de ves en cuando pero por ignorarlas jamas regresan han regresado la proxima ves las escuchare y escuchare lo que tengan que decirme !
ResponderEliminarque lindo texto!... a mi esas musas como que me han dejado tirado... pero bueno, supongo que es cosa de tiempo para que vuelvan...
ResponderEliminarme encantan las estilograficas...
un beso