jueves, 12 de noviembre de 2009

Condenada


Hoy cumplo veintiun días de condena, de mi segunda condena.

Cuando tenía veintitrés años fui juzgada y condenada, y durante el tiempo que duró mi cautiverio sólo pensaba en una cosa; escapar.

Cuando ya había cumplido diecisiete años, seis meses y catorce días de humillaciones, palizas e insultos, llevé a cabo mi plan. Añadí un puñado de tranquilizantes a la botella de vino de mi carcelero. No tardó en apurar hasta la última gota como hacía con frecuencia, con demasiada frecuencia.
Esperé pacientemente, y cuando estuvo inconsciente le asesté diecisiete puñaladas, una por cada año de condena, una por cada año de matrimonio.

La policía me encontró a las dos horas deambulando por las calles, con los ojos vacíos y manchada con el veneno de su corazón.

Ahora estoy en la cárcel y tengo la sonrisa instalada en mi rostro, porque estos barrotes son más dulces y mis carceleros más humanos.

4 comentarios:

  1. que poca humanidad la de la justicia... y poca justicia la de los humanos... todos estos abusadores que andan sueltos... no soy nadie para juzgar... pero creo que en algunos tienen muy merecidas esas puñaladas... me gustó tu relato...

    un beso... shau!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias cenicero de Elle Nicotina,
    pero si me dan a elegir, prefiero los barrotes metálicos a los de carne y hueso, porque aunque parezca imposible, los primeros son más fáciles de quebrar…..
    Besos y ronroneos!!

    ResponderEliminar
  3. Me gusta este corto.
    Haces la confesión muy real, creíble, como si estuvieras en pie ante un grupo de terapia explicando tu situación.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Tesa.
    Afortunadamente no es así, y ojalá nadie se viese en la situación de tener que desnudar sus magulladuras delante de un grupo de desconocidos, pero supongo que para eso tendríamos que vivir en el mundo de utopía, o en algún otro similar, tan lejano como incierto.
    Besos y ronroneos!!

    ResponderEliminar

Ronronea: