domingo, 22 de noviembre de 2009

El hombre oscuro


-Pareces sorprendido Alfred. ¿No me esperabas?
-Si, pero no pensé que llegarías tan pronto.
-Todo el mundo me dice lo mismo. La verdad es que he llegado cinco minutos antes, pero es que me gusta ser muy puntual.
-¿Tenemos tiempo para hablar un ratito antes de marcharnos?-dijo Alfred.
-Si claro, no tenemos tanta prisa como para no poder charlar un momento.
-¿Sabes en que pensaba antes de que aparecieses?, pensaba en lo rápido que se pasa el tiempo y lo mal que lo aprovechamos. Solemos tener la costumbre de dejarlo todo para mañana y al final nunca hacemos nada de lo que nos proponemos y se nos acumulan las cosas pendientes.
-¿Tienes cosas pendientes por hacer?
-La verdad es que sí-dijo Alfred.
-¿Como qué?
-Pues por ejemplo, siempre he querido escribir un libro.
-¿Y por que no lo has hecho?
-Por lo que te he dicho antes, lo vas dejando, piensas que por retrasarlo un día mas no pasa nada, y día a día se pasan las semanas, los meses, los años y la vida. Supongo que tenemos la sensación de que estaremos aquí para siempre y ya tendremos tiempo mas adelante y en realidad nos pasa como a los yogures, que nacemos con fecha de caducidad.
-¡Mira! Eso si que no lo había oído nunca-dijo el hombre oscuro, con una sonrisa.
-¿Estás seguro que tenemos que marcharnos ya? -dijo Alfred, tragando saliva.
-Si-contestó el hombre oscuro, mirando su reloj.
-¿Me dolerá?
-No, tu sólo cierra los ojos y ya está.
-¿Y que pasaría si no los cerrase? La verdad es que no me quiero marchar porque tengo muchas cosas que hacer todavía, tengo que escribir mi libro, me gustaría conocer la Patagonia, y no se que se siente al ser padre. ¿No podrías dejar que me quedase un poco mas? Un par de años tal vez.
-Sabes que nunca sería suficiente. Ahora cierra los ojos.
-Imagino que tienes razón, después de todo tu llevas en esto toda la vida. Sólo una última cosa antes de marcharnos, ¿Sabes que no te pareces en nada a como todos te imaginamos?
-¡Cosas de la literatura!

jueves, 19 de noviembre de 2009

Sorbos literarios


Tomé los relatos que me ofreciste y los paladee a pequeños sorbos, saboreando cada palabra, deleitándome en cada párrafo.
De vez en cuando insuflaba suaves soplos, lo justo para templarlos y evitar que me quemasen la razón. Pero solo un poco, no demasiado, sin permitir que se enfriasen del todo.
Apuré hasta la última gota, quedándome la sensación de no haber tenido suficiente. Solo un sorbito más, solo uno.
Pero mi taza está vacía. Tal vez mañana quieras ofrecerme otra.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Musas nocturnas


Es extraño, pero por alguna misteriosa razón, las musas siempre me visitan por la noche y para ser más exacta, en mitad de la noche. Tal vez mis musas sean fotosensibles, o quizás simplemente quieran poner a prueba mi memoria durante el desvelo. Suelen llegar de golpe, sin previo aviso y todas en tropel, parloteando sin parar y agitando sus delicados brazos en un afán de llamar mi atención y hacerse entender. Hablan todas a la vez y cada una levanta su chillona voz más que la otra, consiguiendo que se me abotague el cerebro.
Al principio yo me limitaba a escuchar y trataba de retener todas las historias que me vomitaban de golpe, con la ingenua intención de escribirlas a la mañana siguiente, pero descubrí que la memoria es mucho más frágil de lo que nos imaginamos y comprobaba al levantarme que no recordaba nada de lo escuchado, llegando incluso a pensar si todo habría sido un sueño.

Por este motivo decidí colocar una libreta y un par de estilográficas en mi mesilla de noche. Si, un par, porque todo el mundo sabe que las estilográficas son muy caprichosas y solo entregan su esencia cuando ellas quieren, que generalmente no suele coincidir con nuestras necesidades y si así lo desean, sueltan su jugo cuando se encuentran cómodamente instaladas en el bolsillo de nuestra mejor camisa, o mientras duermen en el fondo de algún bolso. Pero leí en alguna parte, que dos estilográficas no pueden convivir juntas sin que al menos una de ellas nos entregue su savia cuando la necesitamos, así que por ese motivo decidí que serian dos, e incluso tres, las que descansarían en la mesilla junto a la libreta.
Así que cuando las musas fotofóbicas me visitan, me limito a mover mi mano de manera compulsiva, realizando una escritura mecánica, solo trascribiendo sus alborotadoras y galopantes voces. Lo único que puedo hacer es tratar de seguir su ritmo con mi torpe mano, intentando atrapar cada palabra, cada frase, cada grito enloquecido, hasta que de repente……… ¡puf!, desaparecen, se volatilizan, se esfuman dejándome con un montón de hojas garabateadas y un terrible dolor de cabeza, pero con la alegría de saber que una vez recomponga su misterioso lenguaje, una sonrisa brotará de mi boca, porque entre gritos y alboroto, me habrán obsequiado con un nuevo relato.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Condenada


Hoy cumplo veintiun días de condena, de mi segunda condena.

Cuando tenía veintitrés años fui juzgada y condenada, y durante el tiempo que duró mi cautiverio sólo pensaba en una cosa; escapar.

Cuando ya había cumplido diecisiete años, seis meses y catorce días de humillaciones, palizas e insultos, llevé a cabo mi plan. Añadí un puñado de tranquilizantes a la botella de vino de mi carcelero. No tardó en apurar hasta la última gota como hacía con frecuencia, con demasiada frecuencia.
Esperé pacientemente, y cuando estuvo inconsciente le asesté diecisiete puñaladas, una por cada año de condena, una por cada año de matrimonio.

La policía me encontró a las dos horas deambulando por las calles, con los ojos vacíos y manchada con el veneno de su corazón.

Ahora estoy en la cárcel y tengo la sonrisa instalada en mi rostro, porque estos barrotes son más dulces y mis carceleros más humanos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Mis cinco sentidos


Te colaste en mis sueños. Acercaste tus labios a mi oído y me susurraste con dulces palabras;
-Levántate, asómate a la ventana y rasga el aire con tu nariz.
Y así lo hice, me asomé a la ventana y transformaste el hedor que empapa este mundo en notas de jazmín y azahar que se quedaron adheridas a mi piel. Y convertiste el plomizo cielo en algodón de azúcar, y yo tan golosa que solo quiero comerlo a grandes mordiscos. Hiciste desaparecer el mundanal ruido, para sustituirlo por el rítmico latido de un bello corazón. Y el horizonte se hizo infinito y pude ver más allá de las estrellas con los ojos cerrados. Y el aire era suave, aterciopelado al tacto, cálido y mullido.
Me hiciste redescubrir los sentidos, los transformaste para mí, y yo solo tuve que asomarme a la ventana para rasgar la vida con mi nariz.

jueves, 5 de noviembre de 2009

La luz de la vida


Desde aquella noche de octubre, en la que aquel sueño se le presentó como una revelación, nunca se separó de aquella pequeña vela. En su sueño, un ser etéreo, casi una bruma, le desveló el verdadero secreto de la inmortalidad.
-La muerte nunca podrá alcanzarte, mientras estés acompañada de una luz. Por pequeña que esta sea, tendrá la capacidad suficiente para ahuyentar a la parca.-Le susurró al oído aquel extraño ser, justo un segundo antes de despertarse.
Así que lo primero que hizo, nada más conocer aquel valioso secreto, fue coser un pequeño bolsillo a su enagua, de esta forma, siempre podría llevar consigo, bajo la falda, un pequeño pedazo de vela y una cajita de fósforos. La dama negra nunca la encontraría, siempre llevaría consigo su luz protectora.
Desde aquel momento, nunca volvió a quedarse a oscuras. Incluso cuando por las noches se iba a dormir, dejaba siempre encendido un quinqué bien provisto de petróleo, para no darle oportunidad a la temible dama, mientras la oscuridad la abrigara durante el sueño.
Una fría noche de diciembre, mientras leía uno de los libros de poemas que tanto le gustaban, cómodamente instalada en su sillón de orejas, observó como la llama del quinqué, poco a poco, muy lentamente, se fue haciendo más y más pequeña hasta que finalmente se extinguió.
Había olvidado rellenar el depósito de opalina del quinqué. ¿Cómo podía haber sido tan descuidada? El pánico se apoderó de ella. ¿Dónde encontraría petróleo a esas horas? ¿Qué podía hacer? Tan solo disponía de su pequeño fragmento de vela y sería insuficiente para iluminarla durante toda la noche.
Con manos nerviosas rebuscó bajo su falda, ansiando encontrar su vela, la luz que la salvaría de la terrible visita. Por fin pudo encontrarla y la sacó del pequeño bolsillo, encendiéndola con uno de los fósforos. Suspiró aliviada al ver el pequeño resplandor que la diminuta vela le ofrecía, pero consciente de que aquel fragmento seria insuficiente. Tras reflexionar sobre su situación, pensó que, tal vez, aunque esa noche la pasase a oscuras, no tendría por qué ser la noche elegida por la dama oscura para visitarla. No pensaría en ello y a la mañana siguiente, a primera hora, iría a comprar petróleo. Tan solo sería una noche la que permanecería a oscuras.
Mientras pensaba en ello, el sueño se fue apoderando de su cuerpo, hasta que sucumbió a él por completo. Se quedó dormida en el sillón en el que se encontraba con el libro en su regazo, y junto a ella, en una pequeña mesa auxiliar, aquella luz temblorosa y protectora.
El libro se fue deslizando por su falda muy suavemente, hasta caer al suelo. Su cuerpo se fue relajando poco a poco, hasta que su brazo derecho resbaló por el lateral del sillón, tirando a su paso la vela, que cayó sobre el libro de poemas que descansaba en el suelo, incendiándolo y provocando un denso humo que invadió por completo la estancia.
El humo fue penetrando en el cuerpo de la muchacha poco a poco, invadiéndola por completo y proporcionándole el dulce sueño del que nunca despertaría.