
Mi camino estaba lleno de piedras con las que tropezaba una y otra vez. En cada nueva caída mis rodillas y mis manos sangraban. Pero aprendí a reconocer cada piedra, cada bache del camino y ahora lo recorro con los ojos cerrados, dejándome llevar. Dejé de sangrar por mis heridas, dejé de sentir miedo y mis cicatrices son los ojos que me guían por el pedregoso sendero.
Los caminos está para llenarse de piedras. Las piedras están para ser tropezadas por gente una vez, y una segunda vez, y las veces innecesarias que hagan falta...
ResponderEliminarUn saludo, y felicidades.
Mario
muy bueno....pero muy bueno.
ResponderEliminarMario, Carlos, sólo puedo deciros; gracias por regalarme vuestro tiempo, gracias por leerme. De una forma u otra, vosotros tambien formáis parte de mi camino.
ResponderEliminarRonroneos de gratitud desde mi pedregoso sendero.