jueves, 22 de septiembre de 2011

Ansiado reencuentro


Aquí te encuentro, después de que el 25 de enero te dejara abandonado a tu suerte. Me marché casi sin despedirme, lo cierto es que nunca pensé que nuestra separación sería tan larga, pero el tiempo pasa deprisa, demasiado deprisa.
Al principio anhelaba este reencuentro, anhelaba el volver a deslizarme por tus páginas, a juntar letras para crear palabras, para formar frases y parir historias, pero llegué a pensar que esto jamás volvería a suceder y que te había perdido para siempre, y poco a poco me volví egoísta y dejé de pensar en ti y dejé de escucharte cuando en medio de la noche te colabas en mis sueños para reclamarme, para pedirme que volviera. Apelabas a lo más profundo de mí para pedir tu alimento, tus historias y me decías que sin ellas no eras nada, pero ahora sé que en realidad no eras tú quien me llamaba, sino yo, en un intento desesperado de salvarme a mi misma. Salvarme de la apatía que envolvía cada centímetro de mi cuerpo, de mi mente, de mi ser, y yo, estúpida y egoísta, creía no necesitarte, cuando en realidad te necesitaba más que tú a mí. Porque yo soy parte de ti al igual que tu formas parte de mí. Tú eres la voz silenciosa con la que le grito al mundo, la coraza con la que me protejo mientras ataco al exterior, mis pensamientos más profundos materializados en lenguaje escrito, el maquillaje con el que me cubro para ocultar mi rostro. Porque yo soy la gata que camina sobre los tejados cada noche, observando, deleitándome, absorbiendo acontecimientos que más tarde vomito en forma de relato. Porque yo soy la gata y tú eres mi tejado y el día que deje de subirme a ti para maullarle al mundo, una parte de mi habrá muerto. No me dejes morir.