sábado, 14 de agosto de 2010

Aprendiendo a caminar


Mi camino estaba lleno de piedras con las que tropezaba una y otra vez. En cada nueva caída mis rodillas y mis manos sangraban. Pero aprendí a reconocer cada piedra, cada bache del camino y ahora lo recorro con los ojos cerrados, dejándome llevar. Dejé de sangrar por mis heridas, dejé de sentir miedo y mis cicatrices son los ojos que me guían por el pedregoso sendero.